Una noche de Septiembre.

Descuidar lo ajeno y lo propio es un pecado común entre aquellos débiles de carácter. Dejar en un segundo plano, lo primordial, la pulsión de vida, eso es un crimen.
Inmersos en una complaciente oscuridad, nos abandonamos satisfechos de que hicimos todo lo que pudimos y no más. Y es ahí cuando descansamos creyendo que seguimos el curso natural de ese torbellino al que llamamos vida.
Permitime decirte que el tiempo no es pausa, que las horas no son eternas, y que si no respiramos hoy... no se si hay mañana.

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