Bici.
Después de horas de hablar y de decirdir que no ibamos a salir más el francés y yo, me subí a mi bici que había llevado el día anterior a su casa, y entre a pedalear para la mía. A diferencia de otras mini separaciones donde pienso mucho cuando me voy, esa vez quedé en blanco, lo único que me importaba era pedalear, desde palermo hasta mi hogar era un trecho bastante largo. El cielo estaba cambiando se oscurecía de a poco y no era nada tarde. Los vientos eran otros, pero en medio de ese calor ¿qué importaba? Primero sentí una gota en el casco pesada fuerte, después al rato nomás llovía como perros y gatos. Como si el agua quisiera lavara de mi cerebro al individuo flacucho con rulos, ojos verdes ¿o azules? (no me acuerdo bien), personalidad genial pero insufrible a la vez. Nunca fui una fan de la lluvia pero este era un temporal de esos locos donde el viento tira árboles y me tuve que bajar de la bici por que se me caía para los costados. Esta hubiera sido una buena oportunidad de decir "y mis lágrimas se mesclaron con las gotas de la lluvia" pero no pude llorar ese día, ni el siguiente, ni el siguiente. El maldito chico me había sacado la sensibilidad y en sima me dió un lindo insomio. Como sea, llegue a casa llevando a la bici por calles inundadas, me saqué toda la ropa y me metí en agua caliente. Llorar no se me da tanto como ántes.
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