La vida es sueño de Calderón de la Barca.

“Para mí no hay fingimientos, que, desengañado ya, sé bien que la vida es sueño.”

Pequeña reseña sobre la historia:

Basilio es un rey al que se le advierte que su hijo Segismundo recién nacido lo sacará del trono. A raíz de esto, desde su temprana niñez lo encierra y encadena en una torre (Segismundo sin saber nunca quién es). Clotaldo alimenta a Segismundo, y este crece como una bestia encerrada.
Estrella y Astolfo son próximos a casarse y ocupar el trono, pero Rosaura (dama noble de otro país) había estado casada previamente con Astolfo. Viendo su honor arruinado, viaja a Polonia vestida de hombre con una daga para matar a su esposo. Rosaura se encuentra con la torre donde reside Segismundo y se cruza con Clotaldo (que pasa a convertirse en su enamorado).
El rey Basilio en determinado momento pretende liberar a su hijo para ver si es cierto lo que se predijo antes. Pero para asegurarse del éxito de la enmienda ordena que se traiga a Segismundo al castillo mientras éste duerme, para que así una vez adentro se despierte, vestido con ropas reales como si siempre hubiera sido un príncipe. Si esto funcionaba Segismundo se quedaría ahí y si no se lo volvería a dormir y se lo regresaría a la torre, haciendo de todo esto nada más que un sueño.
Diversas cosas ocurren a lo largo de la obra pero el resultado final es que Segismundo es devuelto a la torre, pero Rosuara y un par de individuos más le piden que él se haga en armas y derroque a su padre (explicado muy a la ligera).
Lo que a continuación voy a transcribir es parte de un monólogo hecho por Rosaura hacia Segismundo y luego otro de este. Y para concluir, las últimas líneas de la obra de teatro que son increíbles. Voy a transcribirlo sin el formato utilizado en las obras de teatro por cuestión de espacios.

(Escena X)
Rosaura. Llegué a Polonia, en efecto: pasemos pues que no importa el decirlo, y ya se sabe, que un bruto que se desboca me llevó a tu cueva, adonde tú de mirarme te asombras. Pasemos que allí Clotaldo de mi parte se apasiona, que pide mi vida al rey, que el rey mi vida le otorga; que informado de quién soy, me persuade a que me ponga mi propio traje, y que sirva a Estrella, donde ingeniosa estorbé el amor de Astolfo y el ser Estrella su esposa.
Pasemos que aquí me viste otra vez confuso, y otra con el traje de mujer confundiste entre ambas formas, y vamos a que Clotaldo, persuadido a que le importa que se casen y que reinen Astolfo y Estrella hermosa, contra mi honor me aconseja que la pretensión deponga. Yo, viendo que tú ¡oh, valiente Segismundo! A quien hoy toca la venganza, pues el cielo quiere que la cárcel rompas de esa rústica prisión, donde ha sido tu persona al sentimiento una fiera, al sufrimiento un roca, las armas contra tu patria y contra tu padre tomas, vengo a ayudarte, mesclando entre las galas costosas de Diana, los arneses de Palas, vistiendo ahora ya la tela y ya el acero, que entrambos juntos me adornan. Ea, pues, fuerte caudillo, a los dos juntos importa impedir y deshacer estas concertadas bodas: a mí, porque no se case el que mi esposo se nombra, y a ti, porque, estando juntos sus dos estados, no pongan con más poder y más fuerza en duda nuestra victoria.
Mujer vengo a persuadirte al remedio de mi honra, y varón vengo a alentarte a que cobres tu corona. Mujer vengo a enternecerte cuando a tus plantas me ponga y varón vengo a servirte cuando a tus gentes socorra. Mujer vengo a que me valgas en mi agravio y mi congoja, y varón vengo a valerte con mi acero y mi persona. Y así piensa que si hoy como a mujer me enamoras como varón te daré la muerte en defensa honrosa de mi honor, porque he de ser en su conquista amorosa, mujer para darte quejas, varón para ganar honras.
(Se desmaya)
Segismundo. Cielos, si es verdad que sueño, suspendedme la memoria, que no es posible que quepan en un sueño tantas cosas. ¡Válgame Dios, quién supiera, o saber salir de todas, o no pensar en ninguna!
¿Quién vio penas tan dudosas? Si soñé aquella grandeza en que me vi ¿cómo ahora esta mujer me refiere una señas tan notorias?
Luego fue verdad, no sueño; y si fue verdad, que es otra confusión y no menor, ¿cómo mi vida le nombra sueño? ¿Pues tan parecidas a los sueños son las glorias, que las verdaderas son tenidas por mentirosas, y las fingidas por ciertas? ¿Tan poco hay de unas a otras, que hay cuestión sobre saber si lo que se ve y se goza, es mentira o es verdad? ¿Tan semejantes es la copia al original, que hay duda en saber si es ella propia? Pues si es así, y ha de verse desvanecida entre sobras de grandeza y el poder, la majestad y la pompa, sepamos aprovechar el rato que nos toca, porque sólo se goza en ella lo que entre sueños se goza.
Rosaura está en mi poder, su hermosura el alma adora, gocemos, pues, la ocasión, el amor las leyes rompa del valor y confianza con que a mis plantas se postra. Esto es sueño y pues lo es soñemos dichas ahora que después serán pesares. Mas ¡con mis razones propias vuelvo a convencerme a mí! ¿Si es sueño, si es vanagloria humana, pierde una divina gloria? ¿Qué pasado bien no es sueño? ¿Quién tuvo dichas heroicas que entre sí no diga, cuando las revuelve en su memoria: sin duda que fue soñado cuanto vi? Pues si esto toca mi desengaño, si sé que es el gusto llama hermosa que la convierte en cenizas cualquiera viento que sopla, acudamos a lo eterno, que es la fama vividora donde ni duermen las dichas, ni las grandezas reposan. Rosaura está sin honor; más a un príncipe le toca el dar honor, que quitarle.
¡Vive Dios! Que de su honra he de ser conquistador, antes que de mi corona. Huyamos de la ocasión, que es muy fuerte.- Al arma toca, que hoy he de dar la batalla antes que las negras sombras sepulten los rayos de oro entre verdinegras ondas.
Rosaura. ¡Señor! ¿Pues así te ausentas? ¿Pues ni una palabra sola no te debe mi cuidado, no merece mi congoja? ¿Cómo es posible, señor, que ni me mires ni oigas? ¿Aún no me vuelves el rostro?
Segismundo. Rosaura, al honor le importa, por ser piadoso contigo, ser cruel contigo ahora. No te responde mi voz porque mi honor te responda; no te hablo, porque quiero que te hablen por mí mis obras, ni te miro, porque es fuerza, en pena tan rigurosa, que no mire tu hermosura quien ha de mirar tu honra.

(Escena XIV últimas líneas)
Segismundo. ¿Qué os admira? ¿Qué os espanta si fue mi maestro un sueño, y estoy temiendo en mis ansias que he de despertar y hallarme otra vez en mi cerrada prisión? Y cuando no sea, el soñarlo sólo basta: pues así llegué a saber que toda la dicha humana en fin pasa como un sueño, y quiero hoy aprovecharla el tiempo que me durare, pidiendo de nuestras faltas perdón, pues de pechos nobles es tan propio el personarlas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

entrada del 2020