Los zapatos y él.


Los pequeños brotes de obsesión son extraños, nadie entiende bien porque pero aparecen así de la nada con personas o objetos.

Hace poco estuve con una persona por la cual sentía cosas encontradas: locura, poco amor, mucho interés en su forma de ser, desagrado por la forma mental que tenía de pensar todo, desanimo, exaltación, mañanas en que me daba vuelta lo miraba a la cara de dormido con los ojos cerrados y decía “no siento nada, me siento fría, levantarme al lado de alguien no era así antes”. Pero sin embargo me gustaba estar con él; por que era interesante; porque cuando se callaba un poco y paraba con sus momentos incansables de psicoanalizar todo, era una bella compañía. Escuchábamos música linda, hablábamos mucho, no se que más hacíamos pero yo la pasaba bien, quería seguir viéndolo. Y después, después habría la boca y decía ciertas cosas que no me dejaban muy feliz que digamos.
Creo que alguna que otra vez me dijo que me quería… yo nunca pude, sabía que si bien me encantaba y quería verlo (y a veces quiero ahora), no podía sentir algo más grande, por que su forma de ser me apagaba. Y yo estoy acostumbrada a ser alegre y tintineante; si, soy malhumorada lo se, pero pensar mucho a veces me hace mal, y este me hacia pensar en cosas que no me servían. La introspección por la introspección no sirve, tiene que ser constructivo no destructivo. Creo igual por lo último que escuché, que el señor anda de lo más bien. Cada tanto le mando un mensajito, para tomar un café. No tiene mucho sentido igual, pero lo hago.
Hace poco tuve una obsesión por unos zapatos marrones de taco alto con cordones (Natacha) me los compré a pesar del preció; cuando puedo me los pongo; duelen, tengo miedo que se arruinen así que los uso poco, pero no dejo de tener una locura por ellos aunque me sean incómodos. Es lo mismo (no es por comparar la pobre chico con un par de zapatos), el pequeño dejo de locura lo tengo y si bien cada tanto me quiero poner los zapatos, no los uso porque no me hacen bien para todos los días.

M
e río sola bajando la escalera con una estufa pesadísima; me siento romántica escuchando una canción vieja en la radio caminando por la calle; me río hablando al espejo, cantando, gritando “Love me love me, say that you Love me”; me siento valiente tocando la cadencia del Mozart, melódica, virtuosa (aunque me falta); me río al oírme hablar con mi perra; me siento en otro mundo; me río sola; me siento sola; me río sintiéndome sola. Me gusta verlos a todos hacer su vida, y me gusta verme a mi haciendo la mía.

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