Ronda redonda.

Pensaba escribir directamente cuando llegara a casa en el blog, pero me veo acá sentada con 45 min de tiempo muerto, esperando a que la combi me pase a buscar para volver a casa.

Hace tiempo quiero relatar algún viaje mío pero como no tuve muchos, al acto me vino a la cabeza el único viaje largo que hice: Canadá. Así que le pedí a mi ex novio las cartas que le había escrito en esa época para recolectar información, ya que francamente bloqueé muchos de esos recuerdos. Ocurre que Marco había tirado todas las cosas que tenía sobre mí, hace tiempo ya. Asi que esperé el momento en el que surgiera otro viaje y heme aqui en Baradero con una lluvia torrencial en la cocina luego de dar 4 hs de clase de violín seguidas.
Quiero aclarar que cuando salí a la mañana había sol y una brisa agradable, nada apocalíptico como se ve ahora. Corrí como ocurre siempre que viajo sola y maldije al tráfico, la hora y a las nubes que ya empezaban a asomarse por ahí. Ya que quería escribir sobre hoy me dije a mi misma: “ey tú, sonríe que después vas a tener que inventar algo aceptable y no deprimente.”; así que sacudí la cabeza, sentí las cosquillas del flequillo en mi frente; respiré hondo y me entregué al destino.
No creo que les interese saber sobre mis 3 hs en la combi durmiendo, ni la sopa con letras que me tomé después (riquísima, cortesía de Paula). Pero vale la pena contar que fui a la casa de una amiga de la infancia; un lugar lleno años de recuerdos. La primer canción de la cual aprendí la letra fue “chocolate (mayonesa)” y me mentora fue Julieta mi amiga; recuerdo a mi mamá poco contenta cuando le fui con “negra la minifalda, zapatos de alto”. La siguiente canción que aprendí fue Titanic de Celine Dione ( claramente mi hermano me usaba para conquistar chicas).
Ella y yo nos conocimos a los seis y cinco años de edad, hay distintas versiones de lo ocurrido pero la historia es la misma. El hecho es que nosotras jugábamos con un grupo de jovencitas al rededor de un arenero circular, ocupábamos los dos últimos puestos del trencito, comandado por una de esas niñas que andan sedientas de poder y control incluso a los siete ( y acá es donde la historia llega a su punto de discusión); según ella yo era la última en la fila y mis recuerdos me sitúan delante de la susodicha, no detrás. No importa, el caso es que a alguna de las dos se nos desató un cordón de la zapatilla ( voy a decir que fue Juli la que se agachó a atárselos) y como es obvio se paró en medio de la fila y al ser un círculo la última quedó primera y la primera última. Lo que siguió a eso fue un remolino de egos discutiendo, hasta que le dije “vamonos a jugar a otro lado”. Notesé que acá soy la valiente de la historia al decirle que nos fuéramos. Resulta que cierto día me dijo que creyó haber sido la valiente ella… nunca se sabrá, los recuerdos se distorcionan con el tiempo. Pasamos horas sentadas en el piso bajo un escritorio hablando ( fue la amistad mas facil que se me dió en la vida jaja) y años despues nos seguimos viendo cada tanto; crecimos ambas pero ella sigue con hoyuelos y una sonrrisa gigante y yo sigo petisa.

Ronda redonda, ronda redonda, pasos ligeros de pies pequeños; gritos, rulos, flequillos, pelos lacios y hoyuelos; risas, miedos, juegos y anhelos; soledad, nenas que tienen más, nenas que tienen menos. Ronda redonda, ronda que gira, circulo, remolino, corrientes de tiempo que avanzan, corren nos tiran nos levantan. Viajes e historias; te acordás de mi? por que yo estuve ahí dando vueltas en tu ronda redonda.

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