Había una razón.


Estaba en una de esas tardes en las que estoy acelerada sin razón alguna; me fuí a encontrar con unos amigos en un Starbucks y 10 min después ellos se fueron a sus respectivos destinos. Me quedé ahí sentada demasiado confusa como para ir a algún lugar hasta que el mesero me miró con cara de “esta gente que se piensa que el Starbucks es un Mcdonals", así que emprendí la huida hacia x lugar de almagro/caballito.
La música suele atraerme, el sonido de los bajos que son los únicos que se escuchan a distancia, tienen un ritmo base, un bum bum bum bum, y es delicioso saber que a medida que uno se acerque la melodía va a ir cobrando vida con más instrumentos, los agudos que son efímeros y se pierden más rápido con el viento. Ahí al lado de cierto ombú gigante me esperaba una banda que tocaba una mezcla entre jazz, música cubana y cumbia “oigame compai no deje el camino por coger la vereda”… en medio de ese torbellino extraño de pensamientos e impotencia me quedé sentada embelesada con la música.
Como todo espectáculo, empieza con el sonido de instrumentos afinandose, vientos calentando, algún que otro golpecito del percusionista y el “hola hola anda?” del micrófono... es encantador. Tocan, se mueven, bailan, actúan ( incluso algunos sienten ) y van llegando hacia el final; se despiden, se felicitan entre ellos; abren los estuches, guardan los instrumentos y de repente se fueron. Lo que diferencia a los músicos clásicos de los populares es que los primeros salen corriendo después de tocar y los segundos charlan sonríen esperan y ahí, muy amistosamente se despiden. Yo personalmente quedo muerta después de un concierto, es entendible que salga volando.
A todo esto volví a quedarme sentada en un lugar sola pensando ( ahora un poco más tranquila) qué me quedaba por hacer?: ver libros, siempre me alegra eso. Pero ese día la música me llamaba de diferentes lugares y en un puestito sonaba un guitarrista tocando música española, había fascículos de diferentes artistas y sus pinturas y yo ya estaba hecha de contenta. Me llevé un libro y emprendí el regreso a casa. Las pascuas surten un extraño cambio en la gente, el colectivero del 55 estaba exultante de alegría, no dejaba a nadie abajo, le preguntaba a todos como estaban y hablaba de la felicidad, del alimento del alma y del ahorro de monedas para los que no llegaban a la maquina “ no corazón guardalas para mañana que hoy estoy bueno aprovechen.” Para rematar el día se subió un guitarrista a la parte de atrás del bondi a tocarse unos temas.

Hay un motivo por el cual abrí este blog que se me reveló dos días atrás: hace unos meses tenía la costumbre de llegar a casa de noche y llamar a mi novio, ambos nos contábamos el día, decíamos chistes malos que entendíamos y nos reíamos, discutíamos e intercambiabamos “conceptos”. Resulta ser que ya no tengo a quien contarle los por menores de mi vida actual, en parte es un alivio y a la vez un vacío extraño. Así que acá es donde el blog entra a tener partida y es por eso que no hay nada muy profundo o loco en él por que es parte de mi día a día y soy una persona corriente con sucesos corrientes.


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